Este artículo ha sido publicado en el diario "El Progreso" de Lugo el 18 de febrero de 2017.
Incorporo versión en castellano y en gallego.
"La concepción ortodoxa de la Economía se centra en
dos principios tan básicos como claros: el crecimiento económico debe ser prolongado,
permanente y duradero; para mantener dicho crecimiento, la productividad debe
incrementarse de una manera continuada. En el fondo de los dichos principios
subyace un optimismo sin freno, una fe ciega en que el crecimiento económico
genera un mayor bienestar y calidad de vida a la ciudadanía.
Con todo, ya desde los años setenta, la comunidad
científica comenzó a anticipar que el modelo industrial imperante no sería
sostenible. Y en la actualidad es un hecho real que los recursos naturales escasean,
que el cambio climático (a pesar del negacionismo) es una evidencia científica
y que las desigualdades económicas son cada vez más patentes. Es, también, una
evidencia empírica que el modelo social, económico y productivo de las últimas
décadas implementó con su perversidad la explotación del trabajo (vivimos en un
sistema de economía libre, pero no en un mundo libre). Ante dicha situación
urge un compromiso ambiental y la implementación de políticas sostenibles. Urge
proponer otro modelo económico y social basado en la búsqueda de la
sostenibilidad real que, entre otras cosas, no agote los recursos que no son
renovables.
A este paradigma o propuesta alternativa, los
teóricos de la economía y de la ciencia política le llaman “decrecimiento”. El
decrecimiento no implica austeridad o pobreza sino adecuación entre economía y
realidad ambiental (por lo tanto, gestión de la escasez), reducción del
consumismo como (falso) recurso para conseguir la ostentación social y el éxito
individual. El decrecimiento puede ser entendido también como crecimiento
sostenible, esto es, la supresión de lo superfluo y alienante, el relevo
progresivo de viejas formas de producción contaminantes que agotan los recursos
naturales y la recontextualización del trabajo como actividad humanizadora que
favorezca la sostenibilidad, la autosuficiencia y que supere el binomio trabajo
productivo/trabajo asalariado en beneficio del trabajo reproductivo/no
remunerado. En definitiva, vivir mejor con menos.
La vieja sociedad de la opulencia se mantiene en
estado comatoso, mientras, el decrecimiento no anticipa necesariamente un
deterioro de las condiciones de la vida. Al contrario, acarrea mejoras
sustanciales como las vinculadas a la redistribución de los recursos, el
bienestar de las generaciones futuras, la preservación del medio ambiente, la
salud física y mental de la ciudadanía y las nuevas (y mejores) condiciones del
trabajo. Supone, por tanto, una vida más armónica con nuestro entorno natural.
O decrecemos voluntaria y racionalmente o lo tendremos que hacer obligados por
el hundimiento del capitalismo global en el que vivimos. Toquemos tierra."
VERSIÓN EN LINGUA GALEGA:
"A
concepción ortodoxa da Economía céntrase en dous principios tan básicos como
claros: o crecemento económico debe ser prolongado, permanente e duradeiro;
para manter o devandito crecemento, a produtividade debe incrementarse dun
xeito continuado. No fondo dos devanditos principios subxace un optimismo sen
freo, unha fe cega en que o crecemento económico xera un maior benestar e
calidade de vida á cidadanía.
Con
todo, xa desde os anos setenta, a comunidade científica comezou a anticipar que
o modelo industrial imperante non sería sustentable. E na actualidade é un
feito real que os recursos naturais escasean, que o cambio climático (a pesar
do negacionismo) é unha evidencia científica e que as desigualdades económicas
son cada vez máis patentes. É, tamén, unha evidencia empírica que o modelo
social, económico e produtivo das últimas décadas implementou coa súa
perversidade a explotación do traballo (vivimos nun sistema de economía libre,
pero non nun mundo libre). Ante a devandita situación urxe un compromiso
ambiental e a implementación de políticas sustentables. Urxe propoñer outro
modelo económico e social baseado na procura da sustentabilidade real que,
entre outras cousas, non esgote os recursos que non son renovables.
A este
paradigma ou proposta alternativa, os teóricos da economía e da ciencia
política chámanlle “decrecemento”. O decrecemento non implica austeridade ou
pobreza senón adecuación entre economía e realidade ambiental (polo tanto,
xestión da escaseza), redución do consumismo como (falso) recurso para acadar a
ostentación social e o éxito individual. O decrecemento pode ser entendido
tamén como crecemento sustentable, isto é, a supresión do superfluo e
alienante, a substitución progresiva de vellas formas de produción
contaminantes que esgotan os recursos naturais e a recontextualización do
traballo como actividade humanizadora que favoreza a sustentabilidade, a
autosuficiencia e que supere o binomio traballo produtivo/traballo asalariado
en beneficio do traballo reprodutivo/non remunerado. En definitiva, vivir
mellor con menos.
A
vella sociedade da opulencia mantense en estado comatoso, namentres, o
decrecemento non anticipa necesariamente unha deterioración das condicións da
vida. Ao contrario, carrexa melloras substanciais como as vinculadas á
redistribución dos recursos, o benestar das xeracións futuras, a preservación
do medio ambiente, a saúde física e mental da cidadanía e as novas (e mellores)
condicións do traballo. Supón, xa que logo, unha vida máis harmónica coa nosa
contorna natural. Ou decrecemos voluntaria e racionalmente ou terémolo que
facer obrigados polo afundimento do capitalismo global no que vivimos. Toquemos
terra."
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